Para un bebé el simple hecho de mantener la cabecita erguida es un triunfo enorme, inigualable, maravilloso.
Implica dominar el panorama, controlar hacia donde quiero ver, voltear a mirar a quien habló cerca, o curiosear las cosas llamativas de la habitación donde se encuentra.
Al estar boca abajo, la dificultad aumenta, todos los musculitos chiquitos y en formación trabajan en equipo para lograr la hazaña de mantener esa cabeza -en un bebé desproporcionadamente grande con respecto al cuerpo- levantada y contralada...
Y Cami lo logró hace unas semanas... como lo dejé pasar! claro! ... los pequeños grandes triunfos a veces, por error, se nos pasan desapercibidos...




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